Entradas

 Quién diría que la vida adulta es una constante subida y bajada, recordar y olvidar cosas, hablar y agendar turnos, perder y encontrar papeles, hacer trámites engorrosos que ni siquiera sabemos si algún día van a ser de utilidad. Es un círculo que se repite, cuando crees que ya está todo terminado, empieza de vuelta. Te distraes dos segunditos y te inundan los pendientes.

Ansiedad

Una sensación extraña, opresión en el pecho, cosquilleo en las manos, dificultades para dormir, hasta llegar al punto en que el sueño parece el único refugio.  Es difícil de explicar el por qué, por motivos que uno desconoce, la imaginación empieza a correr y pareciera que el cuerpo termina temiéndole a la propia mente. Dominar la mente es el aspecto más complicado e inquietante. Hoy en día, la solución aparente es ser productivo, ocupar nuestra mente y cuerpo para hacer miles de cosas, nuevas o viejas, y así poder callar los pensamientos. Todos aquellos escenarios posibles se presentan de manera fugaz, pero atroz; para quitarnos la tranquilidad, para hundirnos en un pozo que sólo se hace más profundo.  Cierto es, que aquellas cosas por las cuales me preocupo, no están sucediendo, no sé si van a suceder, y si así fuera, está totalmente fuera de mi poder controlar el tiempo y el orden de los acontecimientos. Es imposible.  Es un verdadero esfuerzo aceptar que, no podemos ser productivos
  Es curioso cuán ocultas pueden permanecer las intenciones de las personas. De los individuos de los cuales elegimos estar cerca. La línea es extremadamente fina. Fina o confusa, puede ser que alguien se alegre y por dentro el fuego lo esté carcomiendo,  nunca se sabe, nunca se llega a adivinar qué es lo que surge en la mente de los demás. Ahí es que radica el peligro. Porque cuando más felices y extasiados estamos, corremos a contarlo, a gritarlo y especificar en detalles todo aquello que planeamos seguir haciendo para continuar siendo felices. Y no a todos eso los hace felices.
L a cuarentena me está haciendo pensar, cosas que tal vez antes no había tenido el tiempo de considerar, o la rapidez del mundo en el que vivo no me permitió hacerlo nunca con detenimiento. Cuan importante es la salud mental, y en consecuencia, la fragilidad que representa. Hoy, 28 de Mayo, llevo 74 días en cuarentena, salí varias veces, a comprar el pan, consultas al dermatólogo y análisis, entre otras. L a sensación de salir, después de estar tanto tiempo encerrada, es algo que nunca había experimentado y las cosas conocidas, los recorridos habituales, las compras, el contacto social, parecen estar inundados de pequeños hábitos nuevos, que voy adquiriendo con cuidado y a veces con gusto. Estoy intentando desechar el pánico que a veces se hace presente por las noches, cuando empiezo a pensar qué pasaría si alguno de nosotros se contagia, si no puedo ver nunca más a alguien que amo, si estoy perdiendo mi tiempo o si estoy llevando a cabo un acto heróico quedándome en mi habit
El problema, al comienzo del día era siempre el mismo, con una simple y notable diferencia:  las preguntas en mi mente cambiaban porque yo cambiaba. Lo hacía a propósito, a veces los camuflajes son perversamente curiosos, y a decir verdad,  me sentía muy a gusto sin que nadie supiera nada de mí. El problema, al final del día era siempre el mismo: decidir quién iba a ser en la próxima jornada. Un costoso y delicado trabajo de apariencias para quienes saben hacerlo bien. Puramente una cuestión de conveniencia, pensaba que, de saberlo, me hubieran comprendido. Porque todos los ojos estaban sobre mí, pero cuando yo cerraba los míos, escuchaba a mi mente felicitarme, dándome la razón. Ya había elegido ser quien era. Ya cambiaría. Las preguntas en mi mente cambiaban porque yo cambiaba. Lo hacía a propósito, para entrenar la versatilidad, los camuflajes son exactamente para eso. Perversamente curiosos, como todos los ojos que estaban sobre mí,  pero nadie podía verme sin tener q
Hace dos semanas declararon la cuarentena, o como de otra forma se dice, el aislamiento social preventivo obligaorio. Y hace dieciocho días la estoy cumpliendo, quedándome en casa, saliendo sólo para lo necesario, trabajando desde acá, pintando todos los días un poco y proyectando algunos planes a corto plazo, pequeñas cositas que quiero hacer cuando todo esto termine. CUÁNDO . No se sabe. Nadie lo sabe. Es la primera vez en veinticinco años que experimento una incertidumbre así, todo el mundo está en vilo a causa de un virus que se esparció tan rápido y tan fuerte como una estampida, entremedio, muchas noticias falsas, conspiraciones, paranoia y miedo. Nada es lo que parece y siempre resulta peor que lo que dicen. Todos nos detuvimos, dejamos de hacer lo que estábamos haciendo, o postergamos aquello que íbamos a hacer, el ritmo y las prioridades cambiaron aunque haya todavía mucha gente que no parece dispuesta a entenderlo, y pone en peligro a todos a su alrededor. Por estos
En aquella curva donde el Sol se despedía, le permití al silencio existir. En aquella curva donde ahora sólo había oscuridad, exhalé hasta que no quedó nada. La palabra sólo podía inscribirse en el silencio, era él quien la hacía posible. En resumidas cuentas, lo lleno existía gracias a todo aquello que estaba vacío. Exhalé hasta encorvarme como las ramas pero ya no quedaban palabras. Le permití al silencio existir porque las palabras sólo llevarían a la acción. Le permití al silencio existir porque la acción llevaría a la repetición. En aquella curva, me quedé quieta y sólo escuché mi respiración.
No puede terminar de ver ni puede completar lo que pasa. No puede separar porque separar no existe. No puede distinguir la forma de los acontecimientos. No puede adivinar de dónde provienen las luces. No puede disipar el humo. No puede esquivar el iceberg. No se puede anclar. No puede escaparse a las afueras. No puede adentrarse. No puede salir. No puede explicar toda su vida. No puede clasificar los acontecimientos. No puede segregar. No puede soportar el viaje al que lo ha sometido la muerte. No puede echar de su cuerpo a sus otros cuerpos. No puede matar a su cuerpo en sus otros cuerpos. No puede prescindir de lo imprescindible. No puede evitar asomarse por aquellos agradables vericuetos. No puede respetar las imposiciones planteadas. No puede no devenir en un manojo de dudas constantes. No puede no desvelarse. No puede escatimar. No puede caminar por las nubes porque tiene miedo. No puede conocerse porque aún no se ha encontrado. No puede desechar porque aún no h
No había nadie para obligarlo a hablar. Que diga por qué siguió un juego donde no había casilleros para detenerse sin lastimar. Me gustaría que admitiera que no había otras cartas para jugar. Lo único necesario para ganar, era que el arlequín no respondiera la llamada del rey, pero el rey estaba demasiado aburrido para inventar otro juego, entonces se dispuso a reír a carcajadas y a jugar como acostumbraba. Era todo lo que sabía. Siguió jugando porque era el único que no tenía heridas profundas. Un arlequín disponible. Un rey sediento. Lo único necesario para ganar, era reír. Sobreponerse frente a los miedos de todos los que no podían obligarte a hablar porque tenías el poder de hacerlos callar. Todo el escenario era la enormidad, ningún eco provendría de ninguna voz. Un arlequín astuto, grosero, necesitado y cruel. Un rey despiadado, inescrupuloso, vil y jocoso. Un arlequín mendigando atención. Un rey dispuesto a dársela. Un arlequín astuto. Un rey sediento.
Hablé dormida sobre algunas incoherencias  Cosas inenarrables, cosas intensas, cosas inexplicables No tuve ningún temor en no poder recordarlas Sabría que no iba a hacerlo y las escribí Cuando desperté, tomé unos pequeños papeles pequeños papeles autoadhesivos Llené el espejo con ellos para que no pudiera ver su rostro al despertar y sin más remedio, los despegó y ordenados los leyó: "Conteneme, porque me desarmo. Me filtro. Me escurro. Me quiebro. Crujo.  Observame, porque callo. Me escondo. Me evito. Me evado. Huyo. Cuestioname, porque desaparezco. Me invento. Me pierdo. Finjo. Amame, porque te amo, pero a veces también me destruyo."
Lo pregunté con tanta ingenuidad... casi sin creer en lo que estaba diciendo. Nadie pudo negarlo, porque todos ellos, sintieron, aunque sea por unos segundos la necesidad de desaparecer. La tranquilidad de deambular por las calles, sabiendo que nadie nos mira. La satisfacción de oír a otros discutir, sin querer ganar. Lo pregunté y nadie pudo negarlo, todos quisimos ser invisibles y aún lo estamos intentando.
Tal vez su vida era estática y constante y sin embargo,  eso le proporcionaba una gran cantidad de matices. Su aplomo no tenía que ver con mutar.  Todo lo conservaba igual por años y por años así sería.  ¿Por qué los cobardes prefieren quedarse dónde están aunque no sean felices?
Nadie me advirtió las consecuencias yo no deseaba la respuesta que obtuve. Nadie me advirtió sobre el dolor y el error premeditado. ¿Alguna vez sintieron que,  todo el bien que pretendían hacer,  se transformó en daño? Todas las excusas eran anacrónicas ninguna era útil, ninguna servía porque ya no vivía en el pasado.
Tal vez hay duelos que no ayudan a nadie, porque hay fines de los que no se puede regresar. Hay cosas que solo nos parecen agradables y ni aún en nuestra mente tuvimos el poder de que no lo sean. Solo hay recordatorios de cómo todo debería ser y la verdad es, que nada cambia.
Nuestro juego era como un panóptico sin salida. Yo te miraba desde arriba, por esa razón nunca me veías. Los aullidos que llegaban a tus oídos no eran precisamente mi voz, pero la última vez que supe mirarte a los ojos, te aconsejé que los oyeras como advertencia. ¿Te guiarían? Nunca. Nuestro juego era como una cárcel a puertas abiertas. Yo te miraba porque habías decidido quedarte, para que me vieras. La tinta en el papel no reflejaba por completo mis pensamientos, pero se había nutrido durante muchos años de todo ese odio que un día te devolvería. ¿Tendría piedad? Algún día. Nuestro final era palpable y por momentos muy cierto. Bajamos la mirada porque el horizonte no tenía nada que ofrecernos. Los días nos enseñaron a elegir, a tener un lado en el cual estar. Ya no tenía ojos, pensamientos, ni años, ya nada te devolvería. Aprendí a dejar ir lo que no quería.